La historia personal de un taller para padres sobre “Comunicación efectiva con los hijos”

La semana pasada me descubrí compartiendo en una sala repleta de entusiastas padres de niños y jovenes estudiantes que acudimos a un taller sobre “Comunicación efectiva con los hijos”. Y mientras contemplaba, desde la privilegiada vista que me permitió aquella sala en un octavo piso, una hermosa puesta de sol sobre la ciudad de Nueva York, no hice más que agradecer lo afortunada que ya era desde hace un tiempo y en lo cual no había reparado por estar, como dice el poeta español Karmelo Iribarren, “teniendo todo lo que nunca quise”: un exhorbitante cúmulo de trabajo, una parte del cual no era remunerado y casi en su totalidad tampoco valorado, lo cual, en algunos momentos no me permitió acompañar como habría querido el maravilloso camino intelectual de mis hijos.

Estando en esa sala, y casi pidiéndole perdón a Dios por las oportunidades que me negué y que también les negué a ellos, me dispuse a estar absolutamente presente en ese taller, ¡y lo estuve!, a pesar de mi lucha por no asumir, prejuiciosamente, que como el tema era la comunicación y esa es mi disciplina, quizás habría poca novedad, lo cual, definitivamente, no fue así. Este artículo tiene ahora el propósito de compartir algunos de los aprendizajes que obtuve y que quizás puedan inspirar a otros padres que, ya sea que estén en mi estadio anterior y necesiten una razón para salir del mismo, o que como yo estén retomando la conciencia sobre lo increíble (además de importante) que puede ser una experiencia inmersiva en el proceso educativo de nuestros hijos, puedan aprovecharlos.

  • La comunicación es energía, poder y amor:

Comencemos por una perspectiva refrescante del concepto de comunicación. Cuando yo pienso en definir comunicación, se agolpan en mi cabeza todas las corrientes de pensamiento desde las cuales esta se ha definido como disciplina de estudio, es decir, es posible que de manera preconcebida tenga una perspectiva academicista del término. Pero una vez en aquella sala, realizando un ejercicio con música relajante, me abrí hacia esta nueva perspectiva: “la comunicación es energía, poder y amor”, entonces ¿Desde cuál energía le hablamos a nuestros hijos? ¿Desde la energía de un extenuante y abrumador día de trabajo? ¿Desde la energía de algún conflicto familiar? ¿Desde la energía de algún evento traumatizante? ¿O desde la energía de un momento consciente en el que estamos totalmente dispuestos a comunicarnos plena y eficientemente con ellos, es decir, a escucharlos con todos nuestros sentidos?

Al hablar desde la energía correcta, avanzamos hacia el siguiente aspecto: el poder. El poder de lograr el impacto deseado al comunicarnos con nuestros hijos, tocarlos a través de nuestras palabras e ideas y, finalmente, si logramos ese propósito, esa comunicación estará contribuyendo a crear lazos de amor más sólidos con ellos.

  • No hables por hablar. Ten clara la intención de la comunicación:

Si nos escucháramos a nosotros mismos mientras hablamos con nuestros hijos, puede ser que nos demos cuenta de que hay en nuestra conversación un exceso de palabras e ideas, que mezclamos temas diversos o que tenemos el hábito de traer a la discusión situaciones del pasado sobre las cuales ya hemos conversado. Eso, definitivamente, no contribuye a una comunicación efectiva. A veces, también en la comunicación, “menos es más”, así que quizás valga más la pena no hablar por hablar y definir cuál es la intención de la comunicación que estamos estableciendo. Una vez definida la intención, se deben escoger las palabras correctas y el tono adecuado. Un ejercicio que se puede realizar posterior a la comunicación es evaluar si hemos logrado el objetivo que perseguíamos, y si no fuera así, entonces vale preguntarse qué ha fallado en el proceso comunicativo y tomar acción para mejorarlo.

  • Si no te comunicas bien con los adultos, será más difícil comunicarte con los niños:

Los niños son interlocutores exigentes, y muchos adultos suelen subestimarlos e intentan establecer conversaciones rápidas, poco profundas y sin un propósito claro. Es importante preguntarnos si somos eficientes en nuestra comunicación interpersonal, tanto con los adultos como con los niños, pero sobre todo con los niños, porque ellos están forjando su propia estructura de pensamiento y necesitan ideas claras. Esto equivale a brindarles atención plena, no ponerlos a competir con el uso de un dispositivo electrónico, por ejemplo, o con otra conversación paralela. Implica estar presente, interesado, escuchar con atención y ser reflexivo en las respuestas que otorgamos.

  • Si ya sabes lo que no está funcionando, solo cámbialo:

Ya conocemos ese pensamiento de que “no puedes esperar resultados distintos haciendo lo mismo”. Evalúa tus conversaciones previas y define lo que te ha funcionado y lo que no te ha funcionado. Quizás sea el momento que escoges para conversar, la energía desde la cual intentas comunicarte, la falta de una intención clara, en fin, sea lo que sea, si no funciona, cámbialo y observa los resultados. No hay una única forma de lograr una comunicación efectiva con nuestros hijos, pero siempre puedes mejorarla consultando expertos, repasando literatura sobre el tema y acudiendo a talleres que tengan ese propósito.

¡Como siempre, espero que alguna idea de este artículo sea útil para alguien y hasta una próxima entrega!

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Niris Caba – Periodista, editora, profesora especializada en pedagogía y gestión universitaria y consultora de comunicación.

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